El primero de los artistas que no dudamos en nombrar es Mario de Ayguavives. Su obra en general, y sus trabajos en torno a la arquitectura y la ciudad de "Otra ciudad" (1999-2004) en particular, dan de lleno en la unión de los conceptos de No-lugar y urbe que comentábamos en la entrada anterior.
El Zaragozano Ayguavives (1968), profesor de diseño asistido por ordenador en la Escuela de Arte de Zaragoza, persigue la ausencia de los signos de identificación y en estos últimos años el retoque fotográfico digital le ha permitido desarrollar aun más esta tarea. En su trabajo para "Otra Ciudad" manipula los rasgos definitorios de la ciudad elegida convirtiendo la serie en un conjunto de imágenes de ciudades frías y sin identidad, en una metáfora de exageración del hecho de la globalización y el monopolio capitalista que hace perder al entorno urbano cualquier atisbo de particularidad.

Ciudades idénticas unas a otras donde grandes bloques de cemento y carreteras se levantan para comunicar un mundo sin idiosincrasia y para el que el paisaje urbano es impersonal y global casi mundialmente.
En cuanto a su uso del retoque digital Ayguavives comentó lo siguiente en una entrevista:
El hecho de que para expresar estas ideas haya utilizado las últimas tecnologías informáticas aplicadas a la imagen tiene tanto de paradójico como de intencionado, precisamente por eso. Ya he dicho antes que, en principio, el progreso es positivo. Una herramienta fruto de ese desarrollo es la que me ha permitido crear imágenes que, aunque siempre estén muy manipuladas, pretendo que se mantengan al límite de la realidad y resulten totalmente creíbles al espectador. Pienso que si éste cree que las imágenes presentadas a lo largo de estas series son o pueden ser reales, y le resultan de algún modo familiares, significa que mi preocupación tiene bastante fundamento.
En otra de sus exposiciones este autor realiza el mismo juego de inquietud con imágenes de paisajes naturales los cuales también manipula. Así nos describe su proceso creativo:

Después manipulo esas fotografías con el ordenador a mi antojo, tal y como ha hecho el ser humano con toda la tierra, e introduzco en esos paisajes un aspecto perturbador mediante la repetición, una o más veces, de alguno de sus componentes o mediante el uso de la simetría. Así, pretendo producir una fuerte contradicción con la naturaleza donde nunca hay dos elementos exactamente iguales, siendo la repetición con su supuesta perfección, algo propio de la industrialización. Los paisajes que he creado pueden resultar bellos, igual que muchos otros productos de consumo diseñados por el hombre, pero en ellos hay algo artificial y tan perfecto que debería inquietarnos.
Deberíamos buscar y observar más el poco paisaje natural que hemos dejado, si es que aún queda algo entre tanto paisaje de consumo, y ver cómo en la naturaleza la auténtica belleza y riqueza se encuentran en la diversidad. Por eso la naturaleza invita a mirar, a observar, a contemplar, a reflexionar y, por supuesto, a aprender.
Así, en su obra, este fotógrafo afirma realizar crítica y autocrítica encauzado hacia los por menores muy cuestionables de la vida posmoderna. Como dice en la anterior entrevista de la que solo hemos sacado fragmentos, en el mundo actual podemos llevar el mismo tipo de vida en una punta u otra del mundo casi sin darnos cuenta en que país estamos. Evidentemente y a nuestro parecer, esto es una exageración de la globalización por el momento ya que lo antropológico de cada lugar con el tiempo acaba resurgiendo por alguna esquina, aunque sea a niveles mínimos.
De todos modos, no deja de ser desconcertante pensar que las últimas corrientes que ahora apuestan por la glocalización (globalización desde lo local) no son más que una globalización encubierta tras velos culturales igualmente prefabricados por compañías cuyo único fin sigue siendo vender, usando este supuesto acercamiento-adaptación cultural como una técnica más de marketing masivo y aplastante.